Todavía existe el consuelo de que, como Luisito aquel curso del 36, siguen existiendo niños que aún habiendo suspendido desean una bicicleta para el verano. Pero ni el Luisito de 1936 ni el de 2016 conocen lo equivocados que están. Casi tanto como Fernando Fernán Gómez.
En situación. Las bicicletas no son para el verano. Y tanto que no. Con la llegada de la primavera, no sólo florecen los amores y los cerezos. Con el mes de marzo también aterriza el pelotón ciclista en la Europa Occidental para regalarnos una primavera muy romántica.
Los verdaderos enamorados del ciclismo rehuyen las calurosas tardes de julio pegados al televisor para escuchar los chistes de Perico. Los verdaderos enamorados del ciclismo siguen con escepticismo el Tour de Francia o la Vuelta Ciclista a España.

El verdadero enamorado del ciclismo se empapa de barro en el pavé de la Roubaix o escala casi con crampones Kapelmuur en Flandes.
Con la primavera llegan Las Clásicas. Las Clásicas son una serie de carreras ciclistas a disputar en un solo día y que son características por la dureza de su recorrido. Un recorrido, que además, apenas varía año tras año. Son carreras, en definitiva, con gran tradición.
Los Monumentos
Algunas carreras, como la Milán – San Remo tienen su origen antes de la Primera Guerra Mundial. La Classicisima, saldada este año con la victoria de Arnaud Démare, es la más larga de cuantas se disputan. Cercana a los 300 kilómetros de recorrido, hay que remontarse hasta 2010 para encontrar la última victoria española: Óscar Freire.
La Milán – San Remo forma parte del conjunto denominado como Los Monumentos. Los Monumentos es el nombre que recibe el conjunto de las cinco Clásicas más prestigiosas. Junto a la Milán – San Remo y por orden de celebración, están el Tour de Flandes, la París – Roubaix, la Lieja-Bastoña-Lieja y por último, en octubre, el Giro de Lombardía.
El segundo domingo de abril se disputa la más conocida y mediática de las Clásicas. La temporada del pavé toca a su fin con la más dura y espectacular carrera de todas. Ninguna clásica entre barro y adoquín arrastra a miles de personas entre el bosque de Arenberg como lo hace la Roubaix.

Sus 28 tramos de adoquín finalizan en el velódromo de la ciudad francesa de Roubaix. Para muchos ciclistas, el domingo de El Infierno del Norte no es un domingo cualquiera. El polvo o el barro hacen elevar al deportista a límites insospechados. Cualquier ser humano que se precie aumentaría infinitamente sus precauciones para no besar el suelo y desollarse. Pero los clásicos son otra especie. Una especie en peligro de extinción. Una especie que se juega la vida por llegar a Roubaix con opciones de victoria. Una gloria que jamás ha besado ningún español.
Clásicas de las Ardenas, un infierno
Con las piernas en carne viva tras la Roubaix, llegan las Clásicas de las Ardenas. En una semana, se disputan la Amstel Gold Race, la Flecha Valona y la Lieja – Bastoña – Lieja.
Si existe una Clásica fetiche para los ciclistas españoles esa es la Flecha Valona. Habría que remontarse a 2011 para ver al último ciclista no español en coronar primero el muro de Huy.

El muro de Huy es lo más característico de esta carrera. Una cota de algo más de un kilómetro de longitud pero con rampas que superan el 26% de desnivel. Testigo de las victorias en la Flecha Valona, su camino hasta la cima está plagado de hasta un total de siete capillas. Su desnivel es propicio para ver victorias de especialistas tan explosivos como Alejandro Valverde o Joaquim Rodríguez.
Tanto tirón fue aprovechado por la organización del Tour para colocarlo en el final de su tercera etapa en la edición de 2015.
Pero si existe una Clásica longeva y tradicional esa es la Lieja – Bastoña – Lieja. Su primera edición data de 1892 y la última, en 2015 se la llevó Valverde. Su sucesión de durísimas cotas hacen casi imposible que la victoria se consiga tras un sprint masivo.
Por todo lo anterior, durante los meses de marzo y sobre todo abril, el ciclismo se viste de gala. Las cunetas de Bélgica, Países Bajos y el norte de Francia son inundadas por aficionados que jalean y vitorean a auténticos héroes.
Son las clásicas de primavera. Un amor a primera vista. Un amor para toda la vida. Historia viva del ciclismo profesional. Que se lo digan a Eddy Merckx.