Anita Garibaldi, la brasileña que enamoró a un revolucionario

Anita GaribaldiEl siglo XIX nos remonta a épocas de revoluciones, de revueltas en busca de libertad, de afrentas contra el rancio poder establecido, de búsqueda de identidad nacional y por tanto de independencias, en 1821 consumada ya casi en su totalidad la independencia de territorios latinoamericanos de una cada vez más devastada monarquía hispánica, y muerto el “pequeño corso”, nacía en Morrinho, pequeña localidad del sur de Brasil, Ana María de Jesús Ribeiro, más conocida como Anita Garibaldi. La infancia de Anita en el Brasil imperial se desarrolló entre pequeñas revoluciones para desbancar al imperator brasileiro. Hija de ganaderos venidos a menos y con 5 hermanos más. Tuvo que partir junto a sus hermanas y madre hacia Laguna, localidad que emergía gracias al comercio, debido a que su familia había quedado sin varón alguno al morir todos por pura y mala casualidad del destino.

La madre tenía preparado un plan de negocio (nunca mejor dicho) para aquellas chiquillas. Las casaría con el primer cacique pendenciero y borracho que estuviera dispuesto a aguantar y costear la vida de una preadolescente brasileña, porque sí, porque viejos verdes, alcohólicos y con dinero los hay en todos los lugares del mundo. La madre de Anita Garibaldi propuso y dispuso desposarla con Manuel Duarte, un rico advenedizo que había hecho fortuna a través de una zapatería. Manuel Duarte, alcohólico compulsivo y degenerado redomado aceptó el casamiento, la boda tuvo lugar en Laguna en 1836 contando Anita con 15 años. Manuel continuó bebiendo y comenzaron los maltratos, verdaderas asquerosas y cobardes palizas que recibía la pequeña Ana con la resignación de no poder, por desgracia, hacer nada más que aguantar estoicamente.

El destino quiso que Laguna fuera tomada por las tropas rebeldes, tropas republicanas que se enfrentaron al todopoderoso imperio brasileño. Acudieron a la llamada revolucionaria gentes de cualquier parte del globo, entre ellos se encontraba un rubio de ojos azules, alto, de nacionalidad italiana y capitán de la nave insignia de la flamante flota republicana, se llamaba Giuseppe Garibaldi.

En el tórrido verano de 1839, Anita Garibaldi tenía 18 esplendidos años, los rebeldes se encontraban en el puerto a la espera de entrar en combate. Un aburrido y desolado Garibaldi se encontraba oteando, sin motivo alguno, la costa y sus gentes a través de su catalejo. Dedicado a ello andaba cuando avistó en el horizonte urbano una joven esbelta que caminaba con paso ligero y altanero, la joven despreocupada entró en una pequeña hacienda abrió ésta una ventana y comenzó a contemplar a las tropas revolucionarias, quizás con cierta esperanza de libertad tanto para ella misma como para su patria. Al instante, se percató de que un hombre la miraba fijamente, dudó, y con jovialidad saludó y sonrióAnita Garibaldi 2, eso provocó un flechazo. Garibaldi se había enamorado, apresurado bajó del barco y sin más dilación se dirigió a la casa pidiendo permiso para entrar y una vez dentro, pasmado, contempló la pulcra belleza de una joven brasileña con ansias de libertad, mirándola fijamente a los ojos le dijo: “usted debe ser mía”, Garibaldi que esperaba una buena bofetada, quedó totalmente anonado con la respuesta de Anita: “yo a ti ya te conozco, te vi reflejado en un pozo”. Un Garibaldi curioso preguntó por aquella circunstancia a lo que Anita respondió, que cansada y atormentada de su vida cerca del que era su marido y verdugo había decidido visitar a una bruja del lugar, una especie de vidente, de curapenas.

La vidente le hizo aproximarse a un pozo donde en el agua vería su porvenir. Allí, sin duda alguna para Anita, lo que vislumbró fue la imagen de un rubio, de ojos azules y alto, la viva imagen de Giuseppe Garibaldi.