“La inacción en tiempos de crisis no es una opción”

Esta sociedad está en crisis. Los envites de la actual recesión económica están lanzando a buena parte de la población a los abismos de la precariedad laboral y el desempleo. Pero esto no es todo. La coyuntura económica es sólo una de las caras de esta polifacética crisis. Este periodo de cambio está también marcado por una ineludible crisis moral y de valores.

Es en este contexto donde transcurre Lo que voy a hacer con mi vida, una comedia teatral dirigida por Roberto Terán. Ésta es una de las obras que la sala de teatros Off La Latina, en el barrio madrileño del mismo nombre, propone para ver en el marco de su campaña #ViernesalTeatro. Esta iniciativa persigue incentivar la asistencia a estas salas reduciendo el precio de las entradas a 10 euros. Las otras dos representaciones que integran este tándem son El turbio caso de Miranda T. y Ciao Pescao, también bajo los mandos de Terán.

“Uno de los atractivos de esta propuesta es que son tres funciones muy diferentes”, se apresura a asegurar el propio Roberto. Éste afirma que está resultando muy estimulante compaginar la dirección de estas representaciones: “Me gusta llevar varios proyectos a la vez, porque de este modo las ideas que no cuajan en una de las obras puedo trasladarlas a otra”.

Una comedia con un claro propósito crítico

Roberto Terán está encantado de conversar un rato después de terminar la función teatral. Lo acompañan también Nacho del Valle, autor del texto de la obra; y dos de los actores, Alfonso Gómez y José Emilio Vera. Están de buen ánimo. Deciden sentarse junto a este redactor y su compañero en una de las mesas del bar que forma parte de esta sala de teatros. Las bromas y guiños entre ellos serán la tónica general durante toda la conversación. Su relación fuera del escenario parece excelente.

Desde la izquierda, José, Roberto y Alfonso, en el teatro Off de La Latina.
Desde la izquierda, José, Roberto y Alfonso en el teatro Off La Latina // Autor: Daniel Esparza

“Esta obra –Lo que voy a hacer con mi vida– demuestra por qué no podemos escoger la inacción en tiempos de crisis”, sostiene Terán. Tanto él como el resto de sus colegas insistirán sobre este punto durante toda la entrevista.

El público tiende a rehuir de lo que no es obvio. Por eso, yo le digo que es una comedia y que se joda

Lo que voy a hacer con mi vida está presentada como una función cómica, pero contiene también una clara intencionalidad crítica. El autor del guion, Nacho del Valle, explica que, más que una comedia, esta representación tiene “un toque de humor, y solo en algunos momentos”. Del Valle justifica que la obra tenga esta etiqueta porque “el público tiende a rehuir de lo que no es obvio”. “Por eso, yo digo a la gente que es una comedia y que se joda”, arguye Nacho entre risas.

Alfonso Gómez, uno de los actores, sostiene que “la obra produce una risa que conduce a la reflexión”. Él interpreta durante la función el papel de un empleado de banco inútil y sin escrúpulos que acaba conduciendo a muchísima gente a la ruina después de venderles las manidas preferentes. Este asunto, de estricta actualidad hace un año, que fue cuando la obra se estrenó por primera vez, no ha perdido vigencia.

La crisis se ensaña también con el teatro

La obra proporciona, pues, un diagnóstico certero del devenir actual de esta sociedad en crisis. Y el mundo del teatro, claro está, no es ajeno a esto. Nacho del Valle no puede ser más claro: “El teatro es ahora mismo un solar sobre el que tenemos que empezar a construir un centro comercial, desde cero”. Roberto Terán apunta en la misma línea: “El problema no es que venga poca gente al teatro, sino que directamente no viene nadie”. Alfonso Gómez añade en clave de humor: “Tenemos que buscarnos nuevos amigos cada vez que estrenamos una obra, para que venga alguien a vernos”.

Alfonso Gómez, en ‘Lo que voy a hacer con mi vida’ // Autora: Rosa de la Losa

Roberto Terán está seguro de que el público tendría una actitud más respetuosa hacia el teatro si tuviera idea de lo que conlleva ejercer esta profesión. Si la gente supiera las penurias que atraviesan estos actores “se le caería la cara de vergüenza al pedir una invitación”, asevera Terán. Y continúa: “Hay teatros en los que, de 100 personas, han pagado 13. Y los asistentes no recomiendan después a sus allegados el nombre de la compañía, sino la página web donde han obtenido su entrada gratis”.

El teatro es un ‘hobbie’ caro

José Emilio Vera, otro de los intérpretes, asegura que los actores están en la “indigencia artística”, y argumenta que la profesión de actor no está suficientemente reconocida: “La formación en arte dramático es equivalente a la titulación de secundaria”. Vera propone también una reflexión sobre el precio de la entrada: “Está claro que una obra debe costar más de 10 euros, porque el cine cuesta 9,60 euros y en este caso hay varios actores partiéndose la cara. Pero claro, si la entrada es más cara la gente deja de venir. En definitiva, si uno busca una política de precios digna es mejor que cambie de profesión”.

José Emilio Vera, durante su interpretación.
José Emilio Vera, durante su interpretación // Autora: Rosa de la Losa

El teatro es un hobbie caro”, sentencia Roberto Terán. Este análisis de la situación no le impide, sin embargo, adoptar un poco de autocrítica hacia su profesión. Terán reconoce que “hay gente a la que no se le debería dejar subir a un escenario porque es nocivo para la profesión”, en referencia a algunos actores amateur que actúan junto a profesionales. Alfonso, por su parte, reconoce que una parte de la culpa es también de ellos, porque aceptan estas condiciones.

La conversación llega a su fin. Antes de terminar esta charla, eso sí, todos quieren dejar claro que no es momento de caer en derrotismos. Roberto, Alfonso, Nacho y José tienen muy claro qué mensaje final quieren transmitir: “hay que seguir peleando.” Su testimonio es, de este modo, un ejemplo que prueba la necesidad de no caer en la inacción en tiempos de crisis.