Old, but not that old

No somos la generación perdida. Somos la generación que no se encuentra. Que da vueltas alrededor, walking around, mientras la lluvia cae, monótonamente, y se lleva arrastrando los títulos, las cañas en la facultad, las fotos de facebook y las de instagram del 2010. Y ay, qué hemos hecho en esos últimos años, sino intentar escalar a golpe de billetes de avión y páginas de apuntes. Intentar encontrarnos. «No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas, vacilante, extendido, tiritando de sueño, hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra, absorbiendo y pensando, comiendo cada día»

Somos una fábrica de personas que buscan su reflejo en el revuelto lago, procurando recoger las piezas fragmentadas de nuestra sombra. Las que nos han fragmentado o las que perdimos por el camino. Porque un repaso breve, un instante, por las fotos acumuladas en los últimos años vuelca al espectador en un tempus fugit melancólico: esos kilos de más o de menos, ese flequillo planchado, esa camiseta demasiado larga y demasiado fucsia. “Old, but not that old/ Young but not that bold”.

Entonces caminamos, corremos, nos sumamos a esas hordas de personas con uniformes fosforitos y publicidad en las nalgas para manifestar que seguiremos caminando, seguiremos buscando nuestro reflejo en esos lagos y en esos ríos. Y para ello mezclamos los colores de las diferentes aguas, buscamos en Estados Unidos, en Francia, en Italia o en Londres señales que puedan indicarnos quiénes somos: Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos, con furia, con olvido, paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia, y patios donde hay ropas colgadas de un alambre: calzoncillos, toallas y camisas que lloran lentas lágrimas sucias. Y en el vaho de esas señales nos topamos de frente con el pasado. Con los rostros aniñados, las bocas carentes de dientes, la redondez de nuestras manitas y todo ello enmarcado en plata y ventilado en las fiestas navideñas.

Una cierta respiración suave, lenta, comprimida, se intensifica ante la clara seguridad de que esos pasos ya no regresarán. Charles Dickens decía que hubiera sido feliz de niño de haberse casado con Caperucita Roja. Y en esa frase se pueden enterrar los más profundos e inconexos deseos de la fantasía besando a la realidad. El problema estriba en que somos, de nuevo, “Old, but not that old/ Young but not that bold”. Así que por las calles mojadas no podemos ya identificarnos con los coloridos escaparates del Berskha ni tampoco con los parques embutidos a reventar de estudiantes disfrutando el punto culmen de su existencia.

El camino claramente delineado por exámenes y fechas de entregas, los miércoles de Montaditos y los jueves con las fiestas Erasmus. El futuro les espera, tranquilo, desayunando. A nosotros nos dicen que ya estamos caminando en él.

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Ojos para volar, G. Iturbide. nanofotofest.com

Pero… “everything that kills me makes me wana fly”. Todavía no queremos ser padres, nos quedan muchos aviones, muchas casas alquiladas, un mundo en el que sospechamos que quizás existieron los unicornios. Y creemos en ello agarrados a la almohada con terror en los ojos ante el tren descarrilado de la lógica que nos indica que no. Al situarnos en esa dicotomía, “Old, but not that old/ Young but not that boldnos vemos inclinados a contar las estrellas, en lugar de contar los méritos que acumulamos en nuestros currículum. En lugar de sumarnos a las colas de infojobs, del paro o del Gadis. Contar las estrellas. Cerrar los ojos. A pesar de los manifiestos deseos de caminar por la calle con un cuchillo verde. “Old, but not that old/ Young but not that bold”.

Tanteamos la crisis de Amy, de Kurt, de Heath. Pero de una forma más anónima, más de crisis de habitación bajo llave y de búsqueda en las voces de los muertos de un significado para todo lo que sucede a nuestro alrededor y que no podemos frenar. Nos situamos entre el licenciado y la persona que, opinan algunos, debe comenzar a establecer un hogar. Llegaremos a los treinta. Y los treinta serán treinta y tres, y cinco…etc. Y ante el pasmo de nuestros espejos y nuestras fotografías congeladas seguiremos buscándonos continuamente, como Oliveira a la Maga. Pero la edad es sólo un número que no cuenta.

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El señor de los pájaros, G. Iturbide. esbaluard.org

A pesar de la presión de un mundo que no comprende que no queremos cumplir años y no queremos puertas cerradas, sino más bien poder abrir las que queramos sin tener que enseñar el dni, debemos tener en mente las palabras de Paul Bowles: “We get to think of life as an inexhaustible well. Yet everything happens a certain number of times, and a very small number, really. How many more times will you remember a certain afternoon of your childhood, some afternoon that’s so deeply a part of your being that you can’t even conceive of your life without it? Perhaps four or five times more. Perhaps not even. How many more times will you watch the full moon rise? Perhaps twenty. And yet it all seems limitless.

Así, mientras pasamos el tiempo buscándonos, esperando asomarnos a la ventana en donde por fin nos encontremos a nosotros mismos, quizás más viejos, quizás más feos, podremos detenernos en esa búsqueda y contemplar los amaneceres que todavía nos esperan.